La incertidumbre con la que vivimos ha puesto de manifiesto la naturaleza mutable de los riesgos a los que nos exponemos, tanto personas como empresas. Los riesgos que se transfieren hoy al sector asegurador no son los mismos que en la época industrial. La mediación tiene la responsabilidad de explicar a la sociedad que, además de la mutación de los riesgos, mucho de ellos acarrean una virulencia nunca imaginada.
ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA PYMESEGUROS Nº 116
El pasado mes de abril, en su informe de perspectivas económicas globales, el FMI revisaba a la baja las previsiones de crecimiento para 143 países, lo que suponía un impacto sobre el 86% del producto interior bruto (PIB) mundial.
Sin embargo, desde la propia entidad financiera ya alertaban: “La incertidumbre de estas proyecciones es considerable, muy por encima del rango habitual. El crecimiento se podría desacelerar aún más o la inflación podría superar nuestras expectativas”. Y el FMI citaba como ejemplo de algo que podría derivar en cambios significativos en las perspectivas una hipotética ampliación de las sanciones a Rusia por parte de los países europeos que incluyera sus exportaciones energéticas. Unas semanas después, a comienzos de junio, llegaba el sexto golpe de las sanciones de la UE contra Rusia en forma de un veto parcial al crudo procedente de aquel país acordado por los Veintisiete y que restaría a la economía rusa casi 80.000 millones de euros este año.
Esta es solo una muestra de la volatilidad y la incertidumbre en que nos hemos sumido, sobre todo, desde el comienzo de la pandemia de Covid y la posterior guerra en Ucrania.
Una incertidumbre que ha puesto de manifiesto la naturaleza mutable de los riesgos a los que nos exponemos, tanto personas como empresas. Parafraseando al filósofo polaco Zygmunt Bauman, los riesgos también tienen un componente líquido, una característica temporal e inestable; cambiante y con fecha de caducidad. Los riesgos que se transfieren hoy al sector asegurador no son los mismos que en la época industrial. Algunos desaparecen, otros se transforman, y no pocos, emergen después de un periodo de letargo.
El informe de AXA sobre riesgos futuros de 2021, que mide y clasifica la percepción de los riesgos emergentes a través de una macroencuesta mundial a expertos y población en general, establecía como principales amenazas planetarias la ciberseguridad, el cambio climático, y las pandemias y enfermedades infecciosas. Tres riesgos bien diferentes a los que hubieran aparecido en caso de haberse hecho la encuesta hace veinte años.
De ahí la importancia de conocer bien los riesgos a los que nos enfrentamos. Y, en ese sentido, nadie, como la mediación profesional para advertir a personas particulares, pero sobre todo a empresas, de estos cambios. Ellos tienen la responsabilidad de explicar a la sociedad que, además de la mutación de los riesgos, mucho de ellos acarrean una virulencia nunca imaginada. Los daños que puede causar un ataque cibernético a una empresa, o las consecuencias de una inusual tormenta en temporada de sequía son sucesos que hoy tienen una alta probabilidad de ocurrencia.
Es cierto que las empresas cada vez están más preparadas y las personas más concienciadas de los nuevos escenarios a los que nos enfrentamos, pero en ocasiones la inestabilidad y la mutabilidad de los riesgos a que me refería antes, abren resquicios que nos hacen vulnerables y de los que no somos conscientes. Un acompañamiento permanente de la mediación, que se nos perciba como un partner de vida, puede ser determinante. En tiempos de incertidumbre, no hay nada más preciado que la certidumbre que nosotros podemos aportar.
Mar Romero, directora de Distribución de AXA
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